Querida Hannah. Ahora mismo acabo de enviarle una vaca al marciano. Sí, una vaca. Y lechera, como a él le gusta. Está al final de estas líneas. Es que la pidió hace unos días desde el foro municipal y por eso se la he enviado desde aquí mismo, como suelo hacer de costumbre. Te acuerdas que una vez también me pidió un avión, ¿verdad? Lo que no me explico es por qué no me ha pedido todavía a estas alturas (y nunca mejor dicho) una nave espacial o un platillo volante, que parece que le pega un poco más. Pero bueno, si a Loquillo (y los trogloditas) le hacía feliz tener un camión, pues parece que a éste le hace feliz un avión, aunque sea para darle la vuelta una y otra vez al mismo recorrido. Ya sabes que sus “argumentos” suelen ser siempre los mismos.
Ahora se ha encaprichado también por tener una vaca. Y por eso, le he enviado una. Lo que pasa es que ésta no hace ni mú, teniendo en cuenta que él muge como nadie. Ya me lo estoy imaginando, desde su granja hasta el Zacatín, con su vaca y su jarrita de leche: Marciano, el lechero. O también: Marciano, el guardián de las vacas, para no alejarnos demasiado de su faceta original como guardián de las estrellas. Y mientras, soñando despierto y haciendo cuentas: “Como esta leche es muy buena, dará mucha nata. Con la nata haré una mantequilla que me pagarán muy bien en el Zacatín. Con ese dinero me compraré una cesta de huev88s y en cuatro días (quién dice cuatro, dice ocho) tendré la granja llena de pollitos. Cuando empiecen a crecer, los venderé a buen precio y poco a poco [con esto y con aquello, para ir resumiendo] iré ahorrando para montar una fábrica de quesos...” Y justo al llegar al Zacatín, la vaca del marciano tiene la mala suerte de cruzarse con la cabra de aldoraine. Y las dos (la cabra y la vaca) se fugan sin dejar rastro, dejando a aldoraine una vez más haciendo el ridículo ante todo Bullas (eso es lo que diría él) y al marciano sin su querida y bien amada vaca. Y con la jarra y la leche desparramada por el suelo. Así que Marciano el lechero se queda sin fábrica, sin pollitos, sin huevos (esto no es novedad), sin nata, sin vaca y sobre todo, sin la blanca y dulce (agria, en este momento) leche que le había incitado a soñar.
Y es que, todavía hoy en día, en pleno S. XXI, está vigente el inmortal cuento de la lechera. En todas partes. Y además, aplicable a todo tipo de circunstancias. Imagínate a los políticos (da igual el signo político que sea) que dicen que van a pintar todos los pasos de cebra del pueblo, que van a poner una farola cada dos metros, que van a crear cien fábricas, que van a poner mármol (no piedra) en todas las calles... hasta que se caen del burro en el que iban montados y se dan de bruces con la realidad. Y de todo lo prometido no hacen ni el 1%. Y claro, el mármol sí lo ponen, pero solo en la puerta principal del palacio consistorial. Las farolas las ponen cada dos metros, como prometieron. Pero solo encienden una de cada tres ya que no hay dinero para tanta electricidad. Y los pasos de cebra los pintan todos pero con tiza, porque no tienen más presupuesto y a los dos días se han borrado. Bueno, esto es solamente un ejemplo y quizás no muy acertado. Pero estoy seguro que tú me entiendes más o menos lo que quiero decir con todo esto. Por cierto, me gustaría que echaras un vistazo a este enlace. Pincha aquí: LA VACA LECHERA. Y luego, cuando saludes a la vaca del marciano, le envías a éste unos churr8s con ch8c8late. Y con leche. A ver si viéndole con el churro en la boca nos reímos también nosotros un poco, jajajajaja. Un abrazo, Hannah.