CARTA Nº 120

Querida Hannah. Claro que he tenido tiempo. Pero no precisamente para tomar prestadas las piezas de otros (como van insinuando algunos en los santos mentideros habituales) sino para aprenderme mejor la letra de esta marcha.

 
Y para recordar la música [Pincha aquí: NUESTRA SEÑORA DEL GRAN PODER] y escribir algunas líneas acerca de la misma [Pincha aquí: MUSICOMANÍA Nª 6] Y aunque también he tenido tiempo para realizar algunas cosillas más, mejor que te las cuente Polonio, en su faceta habitual de listillo musicólogo de turno, cuando vayas a pasar por su casa y le des tres golpecitos a la puerta. Seguro que con el primer golpe, ya se cree que le han llamado para dirigir la Filarmónica de Berlín [que según él, también lleva varios años estancada] Con el segundo, se imagina llegando esa misma noche a la capital alemana, que está un poco más allá de Cehegin y Caravaca [Luego te informo de la hora exacta a la que llegaría, si sale desde una u otra ciudad] Y con el tercero, ya tendría claro que él mismo dirigiría mejor que nadie esa orquesta. Teniendo como asistentes musicales al del pito colgando, eduvigis y a muchos otros que ya he mencionado por aquí desde que te envié la primera carta. Al fin y al cabo, quien puede estar a la altura de un valenciano, también puede estar a la altura de un inglés [CH - 38]
 
No es muy difícil imaginarse el resto: El del pito colgando, tocando como primer violín y poniendo los nombres de las notas (do, re, mi, fa, sol, la, si) debajo de cada una de ellas. Que es algo así como poner un “UNO” debajo del número 1. Un “DOS” debajo del número 2. Y un “TRES” debajo del número 3. No es sorprendente que algunos tarden dos meses como mínimo en preparar una sola pieza. Eso sí que es preocuparse por los recursos económicos de la orquesta. Humildad e ignorancia deben ser sinónimos para muchos. Eduvigis quejándose del frío que hace en la sala de conciertos, cuando el primero que está tocándose la barriga en su apartamento y con la calefacción puesta es él. Ajoharina jugando a ser Escariote. Es decir, pirómano y bombero al mismo tiempo. Mejor le iría quitando el polvo a las sillas, que a él sí que se le ve de verdad el plumero. Y también la mano. Y no precisamente negra sino del mismo color que la del telón [CH - 117] Y Polonio diciendo que hasta Simon Rattle no es tan bueno como dicen. Que él es todavía mucho mejor. Y que este director cobra demasiado. Aunque seguro que no tanto como lo hacen algunas charangas de por aquí. Y claro, no es de extrañar que otro listillo de turno (en este caso, de turno de noche) califique precisamente a la Semana Santa como “Un gigante con pies de barro”. De barro, por supuesto. Y gigante, del tamaño de un guisante, si se compara con otras mucho más importantes. Como por ejemplo, la de Cuenca [CH - 79] Sevilla o Málaga. Con esa “humildad” se llegará realmente lejos. Muy lejos. Más o menos como de aquí al ventorrillo. Un abrazo, Hannah.
 

CARTA Nº 119

“Por supuesto que no es música y mucho menos es para acercar a otras personas a lo que es la verdadera música.”
 
Querida Hannah. Esto no lo dijo precisamente el que tú te imaginas [Para ese la verdadera música es simplemente la que sale gratis o lo más barata posible] Y aunque esas palabras están relacionadas con la música del vídeo que aparece a final de estas líneas, también se podrían haber aplicado a la música de muchos grandes compositores, a tenor de los comentarios que les han dedicado por parte, no ya de simples aficionados sino de grandes profesionales de la música. He aquí algunos pocos ejemplos:
 
“Si eso era música, ya no entiendo absolutamente nada de ese tema” [Hans von Bülow; acerca de la Sinfonía nº 2 de Mahler] “Las extravagancias del genio de Beethoven han alcanzado el non plus ultra en la séptima sinfonía y considero que ya está preparado par ir al manicomio” [Carl Maria von Webber] “Qué bien que no sea música” [Gioacchino Rossini; acerca de la Sinfonía Fantástica de Berlioz] “Ese infierno de corrupción ridícula y sin el más mínimo interés” [Oscar Comettant; acerca de la ópera Carmen de Bizet] “Es música de organillero” [Charles Gounod; acerca de la ópera Ernani de Verdi]
 
Pero para el caso da exactamente igual porque este tipo de afirmaciones (junto a otros muchos factores, claro está) es lo que hace que la gente se aleje todavía más de la “verdadera” música. Por cierto, ¿cuál es la verdadera música? ¿La que compuso Mozart? ¿Wagner? ¿Verdi…? ¿Quién sabe si la “verdadera” música está todavía por llegar? Si esto mismo se hubiera dicho allá por 1600 (antes de Bach, Beethoven y otros muchos grandes compositores de los siglos posteriores) no hubiera sido ningún disparate. ¿Por qué tendría que serlo ahora? Al fin y al cabo, la música es el “arte” de combinar los sonidos unos con otros [Y no siempre con unos objetivos artísticos determinados. Quizá los objetivos sean simplemente funcionales y poco más] ¡¡Pero hay tantas posibilidades para combinarlos!! Incluso Mozart no tuvo la oportunidad de poder combinar los sonidos del saxofón, del acordeón, de la guitarra eléctrica y de muchos otros instrumentos porque todavía no se habían inventado. ¿Quién sabe si en el futuro también aparecerán instrumentos que escapen enteramente a nuestra imaginación? Quizá lo sepa el del pito colgando. Pero a este también le da igual, siempre que la música que se conciba con ellos salga igual de gratis y sirva para decir que sus músicos son mejores que otros.
 
Además, ¿por qué tendría que haber una “verdadera” música? ¿Es que acaso también hay una “verdadera” religión? Aunque pensándolo bien… también hay mucha gente que no cree en las religiones. Y así se podría aplicar a infinidad de cuestiones como la “verdadera” literatura, la “verdadera” pintura, la “verdadera” arquitectura, etc. Hasta se podría aplicar a otras cuestiones de otra índole, como por ejemplo la gastronomía. Y en general, al modo de vida occidental, que parece que es el único y el verdadero.
 
Por supuesto que no es igual escuchar esta canción [Pincha aquí: ASEREJÉ] que una sinfonía de Beethoven, una ópera de Wagner o una obra de Debussy. Como tampoco es lo mismo leer el cuento de Caperucita Roja que La Celestina de Fernando de Rojas. Pero no por ello hay que desmerecerlas. Simplemente hay que valorarlas cada una de ellas en su justa medida. También los cuentos han sido un género desvinculados de la gran literatura y muchas veces sin ninguna razón realmente objetiva. Un abrazo Hannah.