CARTA Nº 28

Querida Hannah. Además de los cursos que me van llegando por correspondencia (como ya te comenté en la carta nº 22) he encontrado también otros que me han parecido muy pero que muy interesantes, por no utilizar otras palabras que serían un poco más exactas. El primero de ellos era un curso para una orquesta de perros (sí, sí; has oído bien, de los que ladran y tienen 4 patas) y este año han elegido una adaptación orquestal de una obrita para piano titulada: El vals del perrito, de Chopin. Ya sabes, el compositor de la famosa marcha fúnebre. Fíjate si es popular esta pieza que hasta el dúo brasileño de guitarras: Los Indios Tabajaras, hicieron una versión hace muchísimos años. Esta piececita es también conocida por el vals del minuto, aunque en realidad si se interpreta correctamente, dura un minuto y medio, aproximadamente. Bueno, como mucho dos minutos o poco más. Lo malo es que el curso dura 180 días (es decir, casi 260.000 minutos) para tener que tocar solamente esta obrita que, tocada con una duración de 2 minutos, podría interpretarse casi 130.000 veces seguidas durante ese mismo periodo. De todos modos, he dejado inscrito a mi perro allí para que él mismo me fuera contando poco a poco todos los avatares del mismo. Y de momento, allí continúa. Han pasado 90 días desde que se inició el curso y me parece que ya van por el compás nº 4, según el correo electrónico que me acaba de enviar mi propio perro. Vamos, que todavía no ha llegado a terminar de hacer los primeros ladridos, perdón, compases de la partitura.

El segundo curso que he encontrado es para una orquesta de gatos. Este sí que era, a priori, mucho más interesante porque había que montar completa (y no solamente el famoso Intermedio) la zarzuela: LA VENTA DE LOS GATOS, de José Serrano. Ya sabes, el autor de La Dolorosa, Alma de Dios y La Canción del Olvido, entre otras muchas. Pero unos se peleaban por tocar esta obra y otros por tocar: LA GATITA BLANCA, una zarzuela de Amadeo Vives (Bohemios, Doña Francisquita) y Gerónimo Giménez (La Boda y el Baile de Luis Alonso). Sin embargo, otros querían tocar otra obra mucho más conocida titulada: CATS, un musical de Andrew Lloyd Webber. Ya sabes, el de Jesucristo Superstar, El Fantasma de la Ópera y el del Amigos para siempre. Y para colmo, había otros que preferían tocar, nada más y nada menos, la ópera EL GATO MONTÉS. Pero los partidarios de esta obra estaban también divididos porque unos querían tocar la obra completa que dura casi 2 horas y otros solamente querían tocar el famosísimo pasodoble del Acto II. Ya sabes, el pasodoble que se suele tocar en los toros y en nuestra Semana Santa. Pero en cuanto los primeros vieron la dificultad de tocar la obra completa, en vez de decantarse por tocar solamente el pasodoble, cambiaron de opinión y se decantaron por otra obra titulada: EL GATO VALSEADOR, de Leroy Anderson. Ya sabes, el autor de Sleigh Ride y La Máquina de Escribir. La verdad es que no se ponían de acuerdo porque solamente podían elegir una sola obra para poder tocarla en los 150 días que duraba el curso. Es que si no, no daba tiempo ensayar ninguna más. Ahora me he enterado que al final lo lograron. Aunque, finalmente tuvieron que elegir, no una, sino dos. Concretamente, las siguientes canciones: ESTABA EL SEÑOR DON GATO y EL GATO VOLADOR.

Y el tercero era un curso para una orquesta de conejos en la que se iba a practicar precisamente: La Ronda de los Conejos. Seguramente ya la habrás escuchado en la versión de Cantajuegos. Pero como no habían llegado las partituras a tiempo, el curso se ha tenido que suspender hasta el año que viene. Eso sí, sin devolver el dinero a los 650 alumnos matriculados. Porque tienes que saber que a algunas personas solo les interesa hacer esto y hacer lo otro, pero solo para presumir. Porque en el fondo no consiguen nada que merezca la pena. Como decía mi Tío Ramón cuando vio la adaptación televisiva de ENTRE NARANJOS, la novela de Blasco Ibáñez: “Lo importante es que hagas cosas, que te vean, que te admiren y que te vean siempre en medio del jaleo. Aunque tú sepas que en realidad no sirve absolutamente para nada.” Lo malo es que mi tío no se da cuenta de que hay otras fórmulas mucho más efectivas y que con ellas se pueden obtener unos resultados muchísimo mejores. Además, de nada sirve hacer cosas cuando para poder hacerlas has tenido que derribar a otros que realmente amaban lo que hacían y luchaban realmente por ellas en cuerpo y alma. Y que hay muchas maneras de derribar: por acción y por omisión. Por actividad o por pasividad. Por cierto, me gustaría saber dónde habrá ido a parar el dinero de las matrículas de este último curso, el de los conejos. Y luego que digan a ver quien chupa realmente del bote, teniendo en cuenta que como Director de la Banda yo cobraba tres veces menos de lo que cobran otros y teniendo en cuenta que como Director de los Pekes no cobraba absolutamente nada. Eso, sin entrar en más detalles. Pero claro, seguramente el eduvigis (ya sabes, el del foro morao) no sabe ni tan siquiera, quien es el Director de la Banda ni el Director de los Pekes. Cuando venga de vacaciones tendrá que refrescarse un poco la memoria, aunque sea dándose un chapuzón en la playa que aparece en el vídeo que te he puesto al final de estas líneas. Porque dando la cara, seguro segurísimo que no lo va a hacer. Como hacen todos los de su cabaña. Un abrazo, simpatiquísima.