Querida Hannah. Muchas veces suele decirse que la primera impresión es la que cuenta. Pero no siempre es verdad. En muchos casos, la primera impresión es sencillamente la primera toma de contacto de muchas otras cosas maravillosas que simplemente hay que llegar a descubrir [Carta nº 26 * CH - 26 * Pincha en la columna de la derecha] [Pincha aquí: ESCUELA SE ESCRIBE SIN H - BLOQUE 17]
Una vez, cuando apenas tenía 14 años [CH - 78] me dispuse a grabar música de la radio (como tantas otras veces lo había hecho antes y como tantas otras haría después) para ampliar un poco mi discografía, la cual se limitaba por aquellos tiempos a una reducida y muy limitada colección de discos de vinilo y cintas de cassette. Y lo hice, sin tener ni idea de lo que iba a escuchar. Es decir, totalmente al azar. Mi único objetivo era completar una cinta de cassette de 90 minutos. Al poco de encender la radio, empezaba una retransmisión de un concierto, con una única obra en el programa. Se trataba de una sinfonía que jamás había escuchado anteriormente, aunque ya por aquel entonces me sonaba el compositor. Así que esa tarde me dispuse a escuchar algo totalmente nuevo, como quien se adentra en un mar desconocido, sin saber cuál sería el rumbo ni cuándo se avistaría tierra.
Conforme iban pasando los minutos, ya me estaba arrepintiendo de no haber encendido la tele para ver la novela y el “Sálvame” (o la Noria) de entonces, porque no me estaba enterando de nada. Quizá porque no estaba acostumbrado a esa música y porque todavía era demasiado difícil de entender para mí. Pero en vez de cortar la grabación y en vez de apagar la radio, hice un esfuerzo por continuar escuchando. Hasta que concluyó a los 87 minutos aproximadamente. Y en ese momento llegaron los aplausos. Muchísimos aplausos.
Al día siguiente, decidí escuchar todos los días (durante un período indefinido) un fragmento de la obra. No más de 10 o 15 minutos. Lo volvía a escuchar durante la misma semana (dos o tres veces cada día) y a la semana siguiente continuaba con otro fragmento. Y cuando llegaba hasta el final de la obra, volvía a empezar nuevamente. Al cabo de unos meses (y con tiempo para escuchar y conocer otras muchas más cosas) no solamente la escuchaba de un tirón y sin ningún problema sino que, además, se había convertido en una de las obras más importantes de mi vida: LA SINFONÍA Nº 2 “RESURRECCIÓN” de Gustav Mahler. Y lo más curioso es que, 25 años después, continúa siéndolo. Y cada vez que la vuelvo a escuchar me gusta y me emociona cada vez más. Espero que alguna vez te guste a ti también. Un abrazo, Hannah.