CARTA Nº 111

“Querida Hannah, ¿puedes oírme? ¡Donde quiera que estés, mira a lo alto, Hannah! ¡Las nubes se alejan, el sol está apareciendo, vamos saliendo de las tinieblas hacia la luz, caminamos hacia un mundo nuevo, un mundo de bondad, en el que los hombres se elevarán por encima del odio, de la ambición, de la brutalidad! ¡Mira a lo alto, Hannah, al alma del hombre le han sido dadas alas y al fin está empezando a volar, está volando hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza, hacia el futuro, un glorioso futuro, que te pertenece a ti, a mí, a todos! ¡Mira a lo alto, Hannah, mira a lo alto!”
 
Con estas bellísimas palabras termina una de las películas más famosas de Charles Chaplin: EL GRAN DICTADOR. Y son pronunciadas justo después de uno de los 111 mejores discursos de la Historia [Pincha aquí: A // B // C] En realidad, esas palabras pertenecen más bien a la sección final del mismo discurso. Lo que pasa es que, el discurso propiamente dicho, está dirigido a toda la humanidad. Y la sección final, a una persona en concreto. En este caso, al personaje interpretado por Paulette Goddard, que es precisamente tocaya tuya, jajaja.
 
Y es que esta película es una demoledora y apabullante sátira del fascismo… ¡¡Fascinante!! Tiene unas escenas y unos gags divertidísimos (a pesar del dramatismo general) [Recuerda en muchos aspectos a LA VIDA ES BELLA de Roberto Benigni] Como cuando el barbero judío se pierde entre la niebla y acaba junto a los soldados del bando contrario. Y cuando desafía la ley de la gravedad, volando boca abajo. O como cuando le preguntan si era ario… y él responde que no. Que no era ario, que era sagitario, jajaja. La escena de la máquina de escribir es muy ingeniosa. Y la que protagoniza con Hannah en la barbería es fantástica. Hay otras dos escenas que son también muy conocidas. La del Globo Terráqueo, con la música del Preludio del Acto I de Lohengrin de Wagner y otra escena en la barbería, con la música de la Danza Húngara Nº 5 de Brahms. Van consecutivamente en la película. Y puedes verlas pinchando en los enlaces que tienes al final de estas líneas. Pero si hay algo realmente conmovedor en ella, es el maravilloso discurso final. Es sencillamente magistral. Nada comparable con el patético discurso a Matilde, de uno de los conferenciantes habituales de la semana de la moda que tiene su sede en el circo de enfrente: 4 colores, 4 sabores; así podría denominarse su eslogan favorito. Allí, si es que se mira alguna vez a lo alto (como en el discurso inicial) es solo para saber si va a llover o no. Porque lo habitual es que lo hagan ya desde arriba, pero menospreciando a los demás. Y tratando de pasar por incendiarios y bomberos al mismo tiempo. No sería mala idea que llamaras tú misma al 112 cuando leas la próxima carta. Un abrazo, Hannah.