Querida Hannah. Pues resulta que ya han ido murmurando por los estrechos pasillos de nuestro peculiar congreso que voy a volver nuevamente a Los Pekes. Y yo sin enterarme todavía de la buena nueva. Habrá sido algún malentendido, como suele suceder en estos casos. Alguien habrá leído el final de esta carta [Carta nº 20 * CH - 20 * Pincha en la columna de la derecha] y habrá sacado sus propias conclusiones, sin contrastarlas previamente.
El caso es que el otro día me encontré precisamente con la madre de uno de los componentes de la agrupación y me lo dijo con esas mismas palabras. Y no solo eso. También me dijo que se le hacía un poco raro no verme en ninguna de las actividades y acontecimientos musicales de nuestro pequeño pero ilustre condado. Y que su hijo me echaba de menos y que le haría muchísima ilusión que volviera. Yo por mi parte le aclaré el malentendido, le dije que tenía mis razones para no dejarme ver en ciertos acontecimientos de nuestra variopinta vida musical y tampoco escatimé esfuerzos para decirle un par de cosas acerca de su “maravilloso” hijo. Con toda la amabilidad del mundo, por supuesto.
En primer lugar, que más que “preocuparse” por mí, lo que debería hacer es preocuparse un poco más por lo que hace (o deja de hacer) su propio hijo. Que en una de las últimas actuaciones de sus propios compañeros (y no ha sido la única vez; ni el único, por supuesto) no tocó con ellos porque no le dio la real gana. Con la desfachatez de “ver” la actuación, con el cubata en la mano y desde la acera de enfrente (en el sentido literal de la expresión), mientras sus compañeros desfilaban y tocaban delante de sus propias narices... Seguramente estaría muy ocupado preparando la próxima actuación. Pero desde el bar de la esquina.
En segundo lugar, fíjese la ilusión que le haría a su hijo que yo volviera, que seguramente no estaría él presente en el local de ensayos cuando eso sucediese. Probablemente celebraría mi vuelta en el mismo bar de antes. O en otro cualquiera. Eso sí, preparando la próxima actuación. Pero la próxima actuación en la que se le ocurriera finalmente aparecer por allí… Ya sea dentro de 6 días o 6 meses. El tiempo es lo de menos. Bueno, probablemente no estuviese allí ni en ningún lugar parecido… Es más probable que ese día se quedase en casa: para estudiar y para preparar el próximo ensayo con sus queridos compañeros… Con ese panorama, fíjese la ilusión que me haría a mí, volver a ver a su querido hijo.
Y en tercer lugar, cada vez que su hijo falta al ensayo o a una actuación (de la manera tan descarada como suele hacerlo tan habitualmente) está faltando al respeto a muchas personas [aunque a muchas otras también les traerá sin cuidado] para las cuales la música, además de ser un pasatiempo muy importante, también es una profesión. Una profesión tan digna como la de un Profesor de Matemáticas, de Lengua o de Historia. Solo que aquí no hacen falta profesores de ninguna de esas materias. Ya tenemos a su hijo para impartirlas todas juntas. Seguro que hasta la persona que nombra un tal Osía (o era el que hace de barrendero… de todos modos, podrían ser los dos el mismo personaje) está muchísimo más preparado que él [Con todos mis respetos, un saludo muy cariñoso hacia esa misma persona]
Todo esto es, en cierto modo, lo que le dije a la madre. Y alguna que otra cosilla más que prefiero guardarme para mejor ocasión. Pero si quieres hacerte una idea aproximada de lo que suele hacer “en sus ratos libres” (mientras que otros sí se lo toman un poco más en serio) solo tienes que ver el vídeo que tienes al final de estas líneas. Hasta el príncipe Enrique (Harry el sucio, para los amigos) se ha inspirado en él (en el hijo, no en el vídeo) para sus habituales correrías y rocambolescas peripecias. ¡Ah! Y saluda de mi parte al otro Osía (o algo así). Que seguro que también es el mismo de antes. Y dile que por mucho que se esfuerce, el tufo a big brother no se lo quita nadie. Un abrazo, Hannah.